miércoles, 21 de mayo de 2008

Sangre

[abril 2008]

El Silencio se hacía.
El primer “tac” del golpe del taco de su zapato color chocolate, apaleaba el último arañazo de un pupitre que termina de desperezarse por completo allá en el fondo.
Nos llamaba la atención lo frío, lo helado en sus ojos.
Las bolsas, que a cada palabra parecían caer más, enmarcaban unos globos oculares color beige inyectados en sangre que dejaban asomar unas tímidas pupilas verde oscuro.
Como sangre en esos ojos, no vimos en otros. Decenas de venas minusculas cargadas de sangre.
La boca era una línea. Apenas al costado se entreabría un tajo para comunicar los enunciados que correspondían al día de la fecha en tono monocorde y glacial.
Cierta vez aconteció un hecho traumático en sí mismo: La línea se deformó ondulante, se sacudió en una brevedad mortuoria, en un suspiro intrínseco. Asomó una sombra vieja, putrefacta, una fotografía en blanco y negro, mohosa, un estertor diabólico de una sonrisa.
Cuantos estuvimos ahí, todavía no borramos del pecho la mueca de espanto.

Arrastraba su pesado y a la vez frágil cuerpo de una punta a la otra del pizarrón. Escribía casi sin mirar y se trasladaba en la misma masa densa de silencio como sí ignorara que dicha duración era producto de la estupefacción de los pasivos interlocutores de ver semejante ejemplar sangriento desplazándose por la habitación.

Algunas veces alguien tosía, carraspeaba o cambiaba de posición y cuando esas eventualidades acontecían era, al menos, notable la forma ruidosa en que explotaba la burbuja de silencio.

A veces alguien hablaba, alguien preguntaba alguna cosa al profesor.

Él interrumpía su caminata hacia uno de los lados del pizarrón con evidentes, modorrazas señas de no ser algo premeditado en la planificación del día. Una especie de tropezón lento.
Y tomaba entre sus dos manazas la tiza con los dedos llenos del polvo.
El ser pesado se hacia mas pesado, se replegaba en su fragilidad.
Y miraba.
Y miraba con su mirada de bolsas y sangre y nada.
Era triste ver como semejante fortaleza, se refugiaba apretando una tiza entre los dedos, mirando algún punto en el vació, mientras pensaba que descongelarse para la cena en la noche.
Por lo general balbuceaba alguna cosa que no respondía a la pregunta.


Le llenaba de sangre a uno el corazón.

1 comentario:

Julián Torrado dijo...

Creo que cuando lo lei te comenté que era la primera vez en mucho tiempo que un texto, simplemente leyéndolo me transmitía las sensaciones que describe, cosa dificil para los tiempos que corren.

Bienvenida a la vida bloggística.

Besotes, Chulian.