miércoles, 21 de mayo de 2008

Laberinto de brazos

[Junio de 2007]

I
Un ruido.
Se pincha, se rompe
la membrana pegajosa y húmeda que es la piel
adentro del ser
dentro de los tubos rugosos que son las venas.
En el fin
se sabe
todo comienza por la parte podrida.
Late
se dilata
se amontona
se apila
se amasa
explota, burbujea
se derrite
y empieza a fluir, a arrastrarse por la venas rosadas
gomosas, de goma, ruidosas.
La sangre hace ruido.

II
Inhala con esfuerzo por el hoyo que es su boca abierta
el aire rasposo, que igual de rasposo y resignado
sale cuando exhala
ese aire que despoja
que no deja más que un resabio en su ser
de una inútil y fugaz visita a su devastado y
demacrado envase.
Aire inútil, temeroso, vidrioso
afilado
imposibilitado de salvar a la criatura salvaje
en que se ha convertido el ser
taciturna, delineada de necesidades
por debajo de los ojos
o a la mitad del brazo.
Se resguarda en la noche
en el pantano infinito que ahoga temores
hundido hasta las cejas

III
La circulación es la que en cada inspiración
se acelera
y mares espesos de sangre inservible intentan
recuperar la parte raída del cuerpo.
La parte podrida, vieja, dilapidada, gastada.
Sentenciada.
Átomos mueren segundo a segundo cegados por el placer del final.
En el centro mismo del desasosiego
se iluminan un instante antes de morir cuando
un hilo de sangre negra les fulmina el corazón.
La angustia, comprime las paredes.

IV
Luego el dolor concreto
palpable, como si un dedo invisible con furia le señalase el pecho
hasta hacerle doler
y si como
un instante después, una sutil calidez que quema
flotase a un milímetro del pecho
para luego desaparecer.

V
Los hilos, hilitos de baba rosada que salen por su boca
Testifican por primera vez las partes muertas del cuerpo.
La ansiedad se trasmite por
el líquido rojo con la furia y la rapidez
de una corriente eléctrica
leves temblores anuncian el inevitable desenlace
las rendijas por el frío azuladas
exhalan respiraciones carcomidas que salen en suspiros fatigosos.
Sedimentos.
El alma
o el corazón
o lo que debería estar en su lugar
o una caja de madera con una luz estroboscópica
sufre.
Sus tubos rugosos, repletos de
el almíbar negro de lento caminar,
se agolpan contra la sedosa piel transparente,
y con cada latido, más se arraiga el sufrimiento.

VI
Criatura del pantano
débil y sucia luz nocturna
despótico ser de final
en esa caja de madera oís las transacciones
primero húmedas
luego rugosas
y por último sedosas
de la corriente de aire enfermo.
Como pisadas pesadas en un corredor desierto
oís el rumor frecuente, sombrío y acompasado de la sangre infectada.
Se sabe que el pasillo termina
y los caminos se abren
y vuelven a cerrarse
en un infinito laberinto de brazos de carne que
se enredan, por los dedos
se agarran con las uñas.
Finalmente todos los caminos se unen en el final.
Todo empieza para terminar
con un débil
pero visible destello de oscuridad
en la parte podrida
y más insignificante del ser.

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